La table de Nicole: el arte de cocinar en casa, al estilo provenzal
Acogedora como su cocina, Nicole ofrece generosamente sus primeros platos.
En lo alto de una colina bañada por el sol de la Provenza, el pequeño pueblo de Valaurie se oculta entre olivos, campos de lavanda y antiguas piedras doradas. Allí vive Nicole, una mujer que ha hecho de su cocina un templo de los sabores sencillos y puros. Su mesa, rodeada por la vegetación del jardín, es más que un espacio para comer: es un lugar de encuentro, de conversación, de hospitalidad profunda. Un rincón donde la cocina deja de ser técnica para convertirse en un acto de amor y memoria.
Un hogar que se abre al mundo
La casa de Nicole no tiene rótulo de restaurante ni reservas por internet. No hay carta, ni horarios rígidos. Y sin embargo, quienes la conocen saben que allí se come mejor que en muchos templos gastronómicos. Su cocina está viva, hecha con lo que da el día: huevos recién recogidos del gallinero, hierbas del huerto, flores comestibles y recetas que no necesitan medirse, sino sentirse.
Comer en su mesa es experimentar el ritmo del lugar. El aperitivo se sirve bajo una pérgola cubierta de glicinas; los platos llegan de la cocina uno a uno, con calma, como si el tiempo no apremiara. No hay protocolo, pero sí mucha atención. Y sobre todo, una pasión casi invisible pero presente en cada detalle.
El comedor se encuentra en la terraza rodeado de flores, hierbas aromáticas, aromas de lavanda y, por doquier, el cantar de los grillos.
Valaurie: un escenario escondido
El encanto de “La table de Nicole” no sería el mismo sin el entorno que la rodea. Valaurie, con sus calles tranquilas y sus casas de piedra, es uno de esos pueblos donde el tiempo se ha detenido. A solo unos minutos de Grignan o Nyons, ofrece un respiro al visitante curioso que se atreve a salirse de las rutas turísticas más conocidas.
En este escenario íntimo, la comida se convierte en un gesto poético. No hay prisa. No hay ruido. Solo el crujir del pan, el aroma del vino local, y las conversaciones que fluyen sin filtros. La mesa de Nicole es el punto de encuentro entre la naturaleza, la tradición y la generosidad humana.
Una filosofía de vida
Nicole no se considera cocinera profesional. Ella cocina como lo hacían su madre y su abuela: con respeto por el producto, por la estación, por la historia. Su receta de huevos revueltos, por ejemplo, podría parecer trivial. Pero en sus manos, se transforma en un plato sublime, porque lleva el perfume del tomillo recién cortado, la ternura de los huevos aún tibios del nido y la lentitud justa para que todo se funda sin romperse.
Su forma de cocinar también es una forma de estar en el mundo. Nicole habla de los alimentos como si fueran amigos, nunca ingredientes. Recolecta flores de calabaza al amanecer, cuece albahaca al ritmo del canto de las cigarras, y agradece cada producto antes de transformarlo. Su cocina es profundamente espiritual sin buscarlo: es simplemente natural.
Prueba el sazón de Nicole
Ahora que conoces su historia, te invitamos a preparar uno de sus platos más queridos: los huevos revueltos al estilo Nicole, tan sencillos como memorables.